Este texto se basa en la obra “Pedagogía del oprimido” de Paulo Freire[1], y pretende hacer un contrapunto entre lo que el autor llama una “educación para la dominación” y una “educación para la liberación”. En ese sentido, Freire quiere demostrar cómo la educación tradicional basada en la relación entre el que narra y diserta, y el que oye pasivamente no hace sino crear una imagen de la realidad estática y desvinculada de la totalidad y el contexto que le da sentido. La educación necesita de la identificación, tanto del profesor como del alumno, del lugar común en el que ambos se sitúan de manera de otorgar a los contenidos el valor histórico y social que permita surgir la conciencia crítica.
5.1 Educación bancaria
En este tipo de educación se parte de la idea de la separación rígida e invariable entre el educando y el sabio, el que educa. El saber es una donación de aquellos que se juzgan a sí mismos como sabios, y que depositan en el otro ignorante los conocimientos y valores como “archivos” que deben ser memorizados y repetidos. En esta visión bancaria de la educación, los hombres son vistos como seres de adaptación y de ajuste que deben amoldarse pasivamente al mundo. En ese sentido, el autor parte de la idea de que la sociedad es justa, buena y organizada, y que la persona debe aceptar este orden de cosas como quien acepta la orden de un superior. Esta imagen paternalista del proceso pedagógico implica la aceptación de un universo que viene dado de antemano, una narración mitificadora que preserva la cultura y el conocimiento “verdaderos” y donde el alumno sólo actúa como espectador.
Esta visión sobre los procesos educativos se caracteriza por no reconocer el carácter histórico de las relaciones sociales, las cuales no caben dentro de la lógica lineal de la relación sujeto-objeto como ocurre en las ciencias naturales. Así, “el otro” es visto como un individuo de control y aislado del contexto social al cual pertenece, despojándolo de su condición de sujeto autónomo y de deliberación. Además, plantea una visión del ser humano que separa a los hombres entre los que poseen y los que no poseen, teniendo ambos diferentes maneras de acercarse a la realidad, y viendo este proceso como algo “natural”.
5.2 Educación problematizadora
Esta educación propone generar conciencia crítica en la dinámica educativa a partir de la eliminación de la dicotomía en la relación educador-educando. Se trata de que no haya “otros”, sino que se reconozcan sujetos con autonomía y poder deliberativo y, al mismo tiempo, insertos dentro de un mismo escenario. En ese sentido, se hace cargo de la intencionalidad de la conciencia y de la reflexión sobre ella misma. La realidad no es algo dado ni algo “natural”, sino que la hacen y la validan los propios hombres. De esta manera, la educación problematizadora deja de ser algo que se narra a individuos pacientes para transformarse en un acto cognoscente. La educación problematizadora permite el diálogo, el intercambio y difumina la separación entre las partes participantes del proceso pedagógico, y en ese acto afirma que nadie se educa solo ni a sí mismo, sino que los hombres se educan en conjunto, mediatizados por el mundo.
Para Freire, “el objeto cognoscente que el educador bancario se apropia, deja de ser una propiedad para él y se transforma en una incidencia de su reflexión y de la de los educandos (2)”. Así, se desmitifica el contenido educativo para formar parte de una crítica y de una reformulación permanente, asumiendo al mismo tiempo una mirada a la propia situación de las partes intervinientes. De esta manera, se reconoce a los hombres como seres que están en constante construcción y que poseen una historia igualmente inacabada.
[1] Paulo Freire: Pedagogía del oprimido, 1975. capítulo II
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